El pasado viernes 27 de junio pude, finalmente, conocer en primera persona el extraordinario trabajo de hormigas que vienen realizando los fundadores y principales promotores del proyecto “Día Internacional de la Pintura”. Una iniciativa feroz, por los niveles de perseverancia e implicación demostrados y el largo alcance que desde ya se vislumbra, de convocar a un colectivo artístico tras la idea de salir de sus cálidos escondrijos, esos vientres de pletórica actividad creadora, para contrastarse, para retroalimentarse, en el marco de una fecha que merece ser instaurada y celebrada. Suena a lugar común, pero pocas iniciativas son capaces de despertar tanto ánimo y movilizar tanta voluntad con una infraestructura que parte tan sólo de la organización, del aprovechamiento de los recursos que ofrece la misma ciudad, de un espontáneo incremento de la red de contactos y un sobrado entusiasmo.
La idea del D.I.P. es sencillamente persuasiva: es un llamado de atención a esos embriagados anacoretas, cautivos por el éxtasis que produce habitar en estas particulares factorías de placer, para que ¡nos dejen probar! Es que el arrobamiento puede hacerles olvidar que hay un exterior que pide a gritos mirar, absorber, asimilar, nutrirse y evolucionar a partir del producto de estos íntimos laboratorios aburbujados, capaces de oxigenar la vida. ¿Cómo no celebrar este fenómeno? La idea del D.I.P. resulta, entonces, incisiva: se torna en aguijón que pincha y descose, para hacer brotar el oxígeno depurador contenido en esas pompas uterinas.
El impulso del D.I.P. no se queda allí, la idea también es subversiva: irrumpe y sacude hasta deslastrar pesados prejuicios que sólo sirven de excusa al creador para arraigarse en el suspenso endogénico. ¿Que no hay espacios para mostrarse, ni apertura para expresar las propuestas de nuevos y viejos creadores que aún son presa del anonimato?, esto no es más que mera timidez. Es temor al contraste y, en gran medida, a sacrificar la exclusividad, porque la obra, una vez vista y contrastada, deja de ser propia para convertirse en parte integral de ese borbollón que es el mundo exógeno, ese campo fértil en el que, una vez expuesta, germina y trasciende a una nueva dimensión a la que inexcusablemente pertenecerá en lo sucesivo.
Persuasiva, incisiva y subversiva... ¿Cómo no sentirse motivado?
Farly Uzcátegui
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