POR CARLES ALBERT
Todos guardamos recuerdos de nuestra primera escuela, pero muchos querríamos olvidarlos. Olvidarnos de las lecciones mal enseñadas y peor asimiladas del sistema escolar tardofranquista, con cuarenta alumnos por clase y un profesor que enseñaba lo mejor que podía todas las materias, porque la escuela no tenía bastante presupuesto para permitirse profesores distintos para las asignaturas. Y preferimos no recordar las collejas diarias que los profesores nos administraban porque no sabían ni se les había enseñado ningún otro método para mantener el orden en un frente de batalla en el que sentían que el enemigo les superaba en la proporción de cuarenta y pico a uno. El cuadro de Magnolo Oliver es un recordatorio de aquella época der instrucción escolar deficiente, collejas y piojos, lo que ha sido la infancia escolar de millones de españoles de mi generación. Es un cuadro "insolente" y lleno de mensajes cifrados, los cuales el observador atento sabrá desentrañar. Claro que ya nadie cree que los cuadros -o la literatura, o las canciones, o las películas- sirvan para cambiar el mundo, o ni siquiera mejorarlo. Claro que ya ni siquiera la pintura abstracta vende, ya no digamos la figurativa (las clases pudientes han encontrado vehículos mucho más adecuados en el video-clips y en el internet para su narcisismo infracultural). Pero siempre quedará el testimonio del que empuñe un pincel o un bolígrafo. Y quizá, la memoria de quienes acudan a ver las pinturas.
1 comentario:
Esta pintura de Magnolo observada a trav�s de los mismos ojos que hay en ella, entre la luz y la oscuridad, invita a filtrarme por esa fachada de la escuela con ventanas y puerta principal en forma de capilla. Recuerdos que deseas conservar, otros, olvidar. Luces y sombras. El sabor natural de la leche que nos ofrec�an a media tarde (pagando con una moneda de 2 pesetas y media) envasada en botellines de cristal, cierro los ojos pretendiendo evocar el gusto, el olor, y el color que por aquel entonces ten�a la leche. Nuestros hijos tendr�n otros recuerdos de su infancia, pero no el del sabor autentico de la leche.
El desespero de nuestra estupenda profesora Nati, intentando controlar las risas crueles de tres cursos en una sola y gran aula. Las carcajadas fueron provocadas por Marisol. Era su primer d�a de clase, empez� a mediados de curso, entr� al aula cuando todos ya est�bamos en nuestros pupitres y la profesora nos la present�. Los ni�os miramos a Marisol sorprendidos, su f�sico era de lo menos agraciado que posiblemente hab�amos visto en aquellos cortos a�os. En silencio y todos con los ojos puestos en Marisol mientras atravesaba el aula para sentarse en el �ltimo pupitre, alguien le hizo la zancadilla y cay� al suelo todo lo larga que era. Estallaron risotadas feroces y la ni�a era incapaz de levantarse apoyando su cara contra en el suelo. Nuestra profesora qued� bloqueada mentalmente, mir� hacia un lado y otro sin saber como reaccionar ante tanto alboroto y sola alfrente de cuarenta ni�os. Yo, tuve ganas de llorar.
Gracias Magnolo, por acercarme a mis recuerdos mediante tu obra. Es sano hacerlo.
Un abrazo
Carmen Pulido
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